El circo del Diablo – III

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Nivel III
Martín Lutero encontró la Palabra, leyó la Biblia no como un “sagrado libro” sino como Palabra viva, que habla en todo tiempo, Lutero hizo una revolución mayor a la de Josías, aquel joven y entrañable rey de Israel que halló el libro y restauró la pascua y desechó la idolatría sembrada en sus anteriores generaciones. Lo que no imaginó Lutero es que esa revolución, esa vuelta a la Palabra podía encausarse a otras formas de religiosidad, a todo tipo de formatos establecidos, a espíritus que como dice Mateo, han caminado por lugares áridos luego de la revolución y han regresado más fuertes y se han metido en las congregaciones. Hablo del espíritu de religiosidad.

Este espíritu es su mejor caballo de batalla y lo que mejor le ha resultado a Satanás en esta guerra, el espíritu de religiosidad campea en las congregaciones, y actúa de manera sigilosa de la siguiente manera; hace que el seguir a Dios del creyente esté basado en ritos y se transforme en costumbre, en sesiones de dos hora los domingos y en asistir puntualmente a todo seminario y congreso programado. Dios nos mira con mucho amor a los fieles creyentes que somos, a nuestra fidelidad expresada en actos, en sacrificios, pero sabe que a eso no necesariamente nos ha llamado. Mientras el creyente convierta su fe en religiosidad jamás madura y encuentra normas y doctrinas que defender y en que ocupar su mente, empieza a juzgar a los demás, su congregación pasa a ser parte de su dios y adora a un Dios tergiversado, a un Baal que significa “señor” pero a la manera de “amo” y no a la manera de Padre como lo es Dios.

De esto también nos habla la Biblia en Juan, los Judíos que rodeaban a Jesús para probarlo, los que veían en él algo peligroso que hablaba en contra de sus doctrina, de sus formas y de sus ritos, a esos que venían y buscaban la manera de apedrearlo Jesús los llamó “hijos del Diablo”, pasaron a ser hijos de Satanás cuando en su mente no cabía la Palabra que traía Cristo. 

Entonces creo que ya nos podemos ir despojando de esas ideas erradas de Satanás, este ente es más que solo figuritas de caras horribles, espectros oscuros, pentagramas y rituales, es más simple que tanta parafernalia y tanta basura hollywoodense. Podemos darnos cuenta que aparece como ideas que parecen propias, pero son dictadas por un subconciente alimentado de costumbres y tradiciones, de vacíos no encontrados en la Palabra, de toneladas de religiosidad. Ese espíritu anidaba en las mentes religiosas que le pedían una señal a Jesús, le pedían una “prueba” al hijo de Dios que resucitaba muertos, y alimentaba a cinco mil, Cristo les llamó “generación mala y perversa” y advirtió que ese espíritu volvería siete veces más fuerte y creo que ahí lo tenemos y le damos cobijo en congregaciones grandes y chicas.

Entonces puedo decir que el religioso es más peligroso que el no creyente, porque el religioso es capaz de matar a Cristo por defender su doctrina, su forma de llevar su religión y cree como Saulo, que lo hace por mandato de Dios. Astuto el diablo, que te lleva a la cima del “templo” y te lanza tergiversando la Palabra, ese es el símbolo de la religiosidad. 

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